Las competencias psicosociales (CPS para los amigos)

En nuestras vidas familiares, amistades, relaciones de pareja o de trabajo, todos quisiéramos que la comunicación fuera fluida, que los malentendidos fueran raros y que la complicidad fuera maravillosa.
La realidad, sin embargo, es a veces —¿a menudo?— muy distinta: discusiones, silencios incómodos, frustraciones o incomprensiones. Todo eso genera una sensación de soledad y malestar, cuando aparentemente lo tenemos todo para ser felices.

¿Por qué? Porque vivir en armonía con uno mismo y con los demás no es algo innato.
Al igual que la lectura o la música, las habilidades relacionales se aprenden y se cultivan día tras día.

¿La buena noticia?
Hace unos treinta años, la OMS definió el concepto de competencias psicosociales, elaboró clasificaciones y fomenta su desarrollo como parte de la promoción de la salud. ¡Aleluya!

¿Qué son las CPS?

Son aptitudes simples y poderosas que nos ayudan a comprendernos mejor (a nosotros mismos y a los demás) al saber reconocer y regular nuestras emociones, para así construir vínculos más sólidos y saludables.
Yo lo llamaría más simplemente inteligencia emocional (IE).

Y es la Organización Mundial de la Salud quien se ocupa del tema porque, justamente, no se trata “solo” de una cuestión de bienestar, sino de salud pública.

La inteligencia emocional, por ejemplo:

En la familia:

  • Conciencia de uno mismo: reconocer cuándo estamos cansados, estresados o irritados antes de desquitarnos con nuestros hijos.

  • Comunicación eficaz: expresar claramente lo que esperamos, en lugar de suponer que “el otro lo adivina”.

  • Empatía: recordar que detrás de un comportamiento difícil suele haber una necesidad no expresada.

En la pareja:

  • Gestión de las emociones: aprender a respirar en lugar de reaccionar en caliente.

  • Pensamiento crítico: evitar sacar conclusiones precipitadas (“nunca me escucha”) y tratar de comprender.

  • Cooperación: ver la relación como un equipo y no como una competencia o una lucha de poder.

En la amistad:

  • Relaciones interpersonales: alimentar la confianza con gestos simples: escuchar, estar presente, compartir.

  • Empatía: acoger las emociones del otro sin juzgar.

  • Gestión del estrés: saber pedir apoyo cuando las cosas no van bien, en lugar de encerrarse en uno mismo.

¿Por qué esto lo cambia todo?

Porque, en lugar de caer en el círculo de los reproches y las reacciones impulsivas, estas competencias abren la puerta a otro círculo: el de la escucha, la comprensión y el respeto mutuo.
No hacen que las relaciones sean perfectas… pero sí las vuelven más humanas, más auténticas, más fluidas y, sobre todo, más enriquecedoras desde el punto de vista psicológico y emocional.
Nutren los lazos que mantenemos.

¿Y si empezamos hoy, con un pequeño paso?

La próxima vez que sientas una tensión con alguien cercano, intenta simplemente nombrar lo que sientes y expresarlo sin culpar al otro.
Es un gesto pequeño… pero ya es transformar la relación.

¡Pruébalo y cuéntame en los comentarios!

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